
Luego de unas dos horas, que transcurrieron entre música del tío Roberto, copete y conversaciones acerca del aborto, puteadas a Piñera, quien mato a Kurt Cobain y la vecina de 80 años(que decía haber tenido guagua, a pesar de su menopáusica edad), descubrí que mi sistema psicomotriz era incapaz de hacer mover mis piernas para ir al baño. Llegue gateando al water, me pare, me mire al espejo y me llegue a encontrar guapo. Después de apagar el incendio volví a mi puesto cayendo como un saco de papas en la silla. Al rato me vi tocando una canción de Silvio Rodríguez que nunca en mi vida me había salido, imite a Michael Pérez Jackson y llegue a alabar las películas de Nicolás López, cosa que nunca había hecho y nunca mas haré. El webeo termino tarde, y al querer acostarme, encontré eterna la subida de la escalera. Cuando llegue arriba me sentí un triunfador. Quise hacer mi cama y al momento de estirar las sabanas, caí rendido en el colchón.
Al otro día tenia que entregar un trabajo. Llegue tarde y no alcancé. En la clase de gestión cultural, el hachazo no me permitió concentrarme. En un momento vi un rinoceronte azul pasando al frente de mis ojos, mientras el profesor hablaba acerca del movimiento obrero. El resto del día pelee con mil huevones y por puras huevadas sin importancia e incluso llegue a decirle a la secretaria eso que nadie se atreve a decirle: que hace mal su trabajo. Mi sinceridad inspiro la respuesta del profesor jefe de carrera, quien estaba presente en ese momento, diciéndome que no piense de esa manera tan “déspota”. No le respondí porque no sabía lo que significaba esa palabra.
Experiencias como esa son excepciones en mi vida. Conozco un amigo que tiene por filosofía de fin de semana la sentencia que dice:”como la vida es una mierda, hay que quedar hecho mierda”. Luego toma sin parar, gin, chela, Tocornal, agua del florero, y termina cumpliendo su objetivo. Al siguiente día no recuerda nada y no sabe por que no tiene todos sus dientes, ni tampoco por que ese grupito de travestis de avenida portales lo saluda tan coquetamente. Mi amigo, en todo caso, puede sobrellevar una vida de beodo sin problemas, porque la experiencia te asigna cuero de chancho. Pero yo soy etílicamente demasiado débil. A lo mejor si hubiese comenzado a tomar desde antes de los 14 años como tantos conocidos míos, no me molestarían por esa costumbre tan out de no querer borrarme.
El problema es que ni siquiera mi entorno familiar me entiende mucho. Creen demasiado en los estereotipos que la sociedad ha impuesto para interpretar a los hijos, y esas creencias les dicen que los jóvenes llegando a cierta edad sufren de acne, escuchan pura música romántica y se ponen guenos pal copete. Lo primero es cierto, lo segundo no tiene nada que ver con el tema de la edad y lo tercero no es algo obligatorio. Además, y sin que lo consideren algo bueno, aceptan que la curadera es un acto de integración social. La lógica básica dice que si no tomas no te curas, si no te curas no eris un weon chistoso y si no eris un weon chistoso te apartan del grupo. Aun así, yo elegí no tomar hasta curarme porque me gusta recordar lo que hice, lo que hablé, lo que escuché de los demás. Además, y lo principal, nunca me gustó el sabor del trago, sea porque mi lengua e hígado no logran tener química ni buena onda con el copete, o por alguna otra razón desconocida. Mejor la paso cuando además tengo que tocar la música que me gusta. A demás, la gente borracha me carga, y me carga también andar trayendo a culiados en calidad de bulto por la calle. Si no fuera porque los malditos apelan a esa frasecita canalla y chantajista de “¡aonde quedo el humanista cristiano solidario con el pueeeeeeeblo!” los dejaría botados ahí en alguna esquina expuestos al acecho de los raritos.
En todo caso, si mi entorno no me entiende, allá ellos. Van a tener que ampliar sus horizontes y mentes y aceptar que no todos los jóvenes tenemos las mismas costumbres, gustos y prioridades. Las curaderas juveniles están lejos de parecerse a los comerciales de escudo, de ron Barceló o mucho menos a las de Ken piña, en donde todos la pasan genial tomando bebida. Las minas que aparecen ahí están súper ricas, pero no se parecen en nada a las pokemonas llamando a guayo de nuestro mundo real. Prefiero no seguir estereotipos ni modas ni tampoco impulsos publicitarios. Prefiero ser consecuente con lo que me gusta, y también con lo que no me gusta sin el miedo a que los demás me traten de aburrido por no querer ahogarme en un mar de pitchers o ron cola hecha con bebida Antillanca.
He dicho.