miércoles, 6 de julio de 2011

Cualquier Güea

En los documentales de los domingos o los que dan en el cable, siempre te pillas con imágenes de ancianos aimaras, mapuches, africanos o indios hablando en su idioma originario. El lente de la cámara se centra en la forma pausada en la que cada extraña e inentendible palabra de aquel exótico lenguaje sale de la boca del viejo. Uno cuando lo ve piensa y dice "oh... está diciendo cosas ancestrales, místicas", cuando a lo mejor dice cosas tan normales como "tengo ganas de cagar y este weon no deja de enfocarme con esa cámara...". En un plano mucho mas serio, la traducción de aquel léxico nos podría ilustrar la impotencia de los pueblos originarios frente a la pobreza y el despojo huinca. Hay gente que no quiere saberlo, ya que se le hace más feliz la imagen mental del cacique viviendo cagado de la risa en su ruca de barro.

Porque a uno a veces, para bien o para mal, no le interesa saber ciertas cosas, la imaginación es mucho más entretenida y agradable. En realidad, hay cosas que a veces uno debería no saber. Muchos fuimos los que vimos rota una parte de nuestra infancia al enterarnos de que Alicia no iba en el coche, sino en una carroza fúnebre; o cuando supe que Epidemia y Zumba eran la misma persona. Cuando Quique Neira le pegó a un periodista, me hice el weon... ¡Armonía de amor, loco! Menos mal no he ignorado el tema de la educación, pero igual cuando veo a tantos dirigentes secundarios sin la mas mínima idea de lo que piden y solo se limitan a frases prefabricadas, prefiero mirar para otro lado, apostando a que solo son una minoría dentro de la gran masa de jóvenes revolucionarios que sí se informan.

Jugar a ser pragmático me ha cansado un poco. Porque eso te limita, en cierto sentido a girar en torno a lo mismo. Te amarga, te desgasta y al final todo lo que te rodea se torna sin sentido, al ser manoseado tantas veces. Tan sinsentido como encuentro las canciones de sol y lluvia después de años de escucharlas una y otra vez solo porque políticamente son lo mas cercano a mi. O discutir con los mormones que te paran en la calle, o no escuchar a los huasos quincheros cuando El Corralero es un tema tan lindo, o la música pop japonesa porque se me hace muy gay, o no ver comedias románticas porque soy macho o tantas cosas que uno no hace porque te sientes un idiota. Me estoy cansando de calcular todos mis pasos, por el miedo de caerme al vacio. Creo que si hiciera mas cosas sin pensarlas como Homero Simpson, aprovecharía mucho más la experiencia de equivocarse.

En países como Colombia los niveles de felicidad son mucho mas altos que los de chile, y eso que acá no hay guerrilla ni paramilitares. Allá se celebra estar vivo, cada momento para ellos es un regalo. Como lo es para nosotros cada punto que la selección gana en la Copa América. El otro día Chile empató con Uruguay en un partido que fue como un triunfo moral, y la gente salió a festejar, como si hubiésemos ganado. Antes pensaba igual que Villegas: "Francos estúpidos celebrando por un partido de futbol; idiotas sin educación que no deberían celebrar nada, porque el mundo es una mierda". Chile vive amargado, aguantando cada día ver las mismas caras en la tele, desde la casa prefabricada del gobierno que se pasa en invierno, desde el trabajo explotador, desde la calle sucia. Hay muchos problemas en este país como para dejar pasar la oportunidad de celebrar algo, aunque sea un triunfo moral contra Uruguay en algo tan banal como es el futbol. Porque el niño pobre de la pintana tiene derecho a soñar que es Alexis Sánchez y los guatones parrilleros también pueden ser el Bichi. Sinceramente, la canción nacional nunca suena tan bonita como cuando la canta el Estadio Nacional lleno y a todo pulmón, como Zamorano la cantó en el mundial del 98:

Siempre que veo este video se me sale el corazón de emoción. Era niño cuando eso pasó, y hasta ese entonces el himno siempre me pareció una formalidad militar destinada a latearnos los lunes en la mañana en el colegio. Apoyar a la selección es vivir en un eterno 18 de septiembre, único día en el que chile es uno solo. No importa que seamos malos, que Solabarrieta sea mamón, que Carcuro nunca grite gol, porque al final siempre es excitante verte en un mar de gente celebrando aunque sea por un balón de goma chocando con unas redes colgando de tres palos en forma de rectángulo.

Como dije, dejé de ser pragmático, cuando me di cuenta de que a veces es mejor olvidarse de todo y ser un idiota cabeza de musculo. a veces es mejor dejar a Piraña, a Lavin y a HinzPotter en el baúl por un momento y ser feliz, por cualquier güea... pero feliz.