Hacer mi primera comunión fue una
experiencia que influyó mucho en mi decisión de seguir el camino
del ateísmo. Descubrí en esos dos años de catequesis lo que todos
ahora saben de la iglesia católica y de las religiones en general y
que yo no me daba cuenta porque era muy chico; y de lo patético de
auto-proclamarse cristiano y católico sin sentir ni tener la certeza
de la existencia de Dios. Antes creía que fue una verdadera pérdida
de tiempo, pero ahora me doy cuenta de que escuchar a nuestra guía
espiritual caer en tantas contradicciones me dió argumentos para
creer que es mejor creer en si mismo que en un Diós con una doctrina
inconexa.
La verdad es que a esa altura la
religión me daba lo mismo porque prefería irme a jugar con mis
amigos que leer la biblia. Me metí a catequesis mas que nada por
contentar a mi mamá, y porque aun creía en que si no hacía ciertas
cosas para agradarle a Diós me iba a ir al infierno. Conocí a los
infaltables chupacirios, comencé a sentir vergüenza ajena por los
de infancia misionera y me puse respondón ante cosas que a mi
parecer no calzaban. ¿Por qué la gente de medio oriente iba a ser
pecadora y se iba a ir al infierno solo por no creer en el Dios que
occidente? ¿Por qué esa devoción por Mons. Francisco Valdés si
para la dictadura el tipo se negó a ayudar a perseguidos políticos
y los echaba de las iglesias? ¿por qué los homosexuales no son
considerados hijos de Diós? ¿Por qué el Vaticano tiene tanta plata
habiendo tanta hambre en Africa? Preguntas que la tía se negaba a
responder.
Pronto me comencé a aburrir e iba muy
poco. Aprendí a jugar ajedréz, gané muchos campeonatos, a los que
iba en vez de ir a catequesis los sábados. También iba a talleres
musicales, a jugar a la pelota con mis amigos, en fin... a hacer
millones de gueas, hasta que mi vieja me paró los carros y en cierta
forma me obligó a terminar una catequesis que yo consideraba un
tongo. En contraste, en la misma catequesis había una muchacha
parapléjica, con papás pobres pero esforzados. Ella no se perdía
sábado en la tarde en la iglesia y a pesar de su condición, hacía
todas las tareas que la tía nos daba. Era la mas creyente de todos;
los días en que teníamos que confesarnos ella era la primera. Fué
la mas responsable, la mas devota, la mas entusiasta siempre. No como
yo, que me la pasaba amurrado.
Y así pasaron los dos años, entre
misas y otras fomedades, entre talibanes pecadores y curitas santurrones. Entre sesgos morales y sospechas de pedofilia en la iglesia. Llegó el momento un tanto humillante de vestirme de barman de pub
cuico, con camisita blanca y mientras mis compañeras se ponían
vestidos blancos, como de novias. Nunca me habría casado con alguna
de ellas. Mis familiares me miraban con cara de orgullo, como si me
hubiese titulado de harvard o hubiese ganado la copa mundial. Creo
que es solo el orgullo de ver como uno de los suyos se somete a una
ceremonia religiosa doctrinaria como la primera comunión, leyendo
esto como una aceptación y abrazamiento de los valores que a ellos
también les inculcaron como tradición. Posiblemente hayan sentido
que haciendo este rito, era más de la familia de lo que era antes.
Nunca lo sabré. Lo cierto es que preferí disimular mi hastío de
estar ahi, porque al fin y al cabo y sea por lo que sea, ver la cara
de felicidad de mi vieja es impagable.
La misa se desarrolló sin novedad. A
esa altura y con tantas misas en el cuerpo, ya me había memorizado
toda su estructura. Todos ahi, con nuestras velitas en las manos y un
halo de santidad que hoy no iría conmigo. En un momento clave, el
cura anunció que nombrarían al mejor alumno de la catequesis elegido por los propios compañeros en los
dos años que duró. Todos miramos a la compañera parapléjica, en
una especie de sentimiento de obviedad frente al posible resultado.
Era lógico que debía ser ella. Cuando el cura pronunció mi nombre
las miradas de las viejas catequistas y de la propia tia se
dirigieron a mi, con incredulidad. Yo no compré el voto de ninguno
de mis compañeros (porque el dia de la votación no fuí a
catequesis porque jugaba la selección chilena y me quedé viendo el
partido), pero creo que en el fondo de las almas de esos pequeños
canutos, encontraban que mi actitud frente a la catequesis era la mas
lógica: los sábados son para que los niños jueguen, bailen,
canten, hueveen... y no para Dios. Que no sea patudo tampoco: el
viejo ya tiene el domingo para él.
Me dio pena, en todo caso, mi compañera
parapléjica, porque sin duda ese premio (que constaba de un libro
con canciones de iglesia y un chocolate Trencito) debería haber sido
para ella. Mis compañeros no supieron valorar la devoción religiosa
y prefirieron votar por un futuro ateo. Recibí ese premio con cierta
vergüenza. Mi viejo sacó muchas fotos de mi primera comunión, en
distintas poses y ángulos. Decenas de fotos de mi persona, con mis tías, con la
formadora de catequesis, con el cura, con la virgen, con Jesús, etc.
De lado, de espaldas, de frente, recibiendo la bendición del
sacerdote, rezando el padre nuestro, etc etc etc etc. Muchas
fotografías de mí, vestido de niñito bueno del Opus Dei. Hoy,
están desaparecidas, nunca mas se volvieron a ver por mi casa. Solo
yo y la estufa a leña sabemos cual fue el destino de aquellas fotos.
Ojalá ningún familiar mio haya leido este post.