viernes, 27 de abril de 2012

Mi Primera Comunión: Cuando Decidí Ser Ateo



Hacer mi primera comunión fue una experiencia que influyó mucho en mi decisión de seguir el camino del ateísmo. Descubrí en esos dos años de catequesis lo que todos ahora saben de la iglesia católica y de las religiones en general y que yo no me daba cuenta porque era muy chico; y de lo patético de auto-proclamarse cristiano y católico sin sentir ni tener la certeza de la existencia de Dios. Antes creía que fue una verdadera pérdida de tiempo, pero ahora me doy cuenta de que escuchar a nuestra guía espiritual caer en tantas contradicciones me dió argumentos para creer que es mejor creer en si mismo que en un Diós con una doctrina inconexa.

La verdad es que a esa altura la religión me daba lo mismo porque prefería irme a jugar con mis amigos que leer la biblia. Me metí a catequesis mas que nada por contentar a mi mamá, y porque aun creía en que si no hacía ciertas cosas para agradarle a Diós me iba a ir al infierno. Conocí a los infaltables chupacirios, comencé a sentir vergüenza ajena por los de infancia misionera y me puse respondón ante cosas que a mi parecer no calzaban. ¿Por qué la gente de medio oriente iba a ser pecadora y se iba a ir al infierno solo por no creer en el Dios que occidente? ¿Por qué esa devoción por Mons. Francisco Valdés si para la dictadura el tipo se negó a ayudar a perseguidos políticos y los echaba de las iglesias? ¿por qué los homosexuales no son considerados hijos de Diós? ¿Por qué el Vaticano tiene tanta plata habiendo tanta hambre en Africa? Preguntas que la tía se negaba a responder.

Pronto me comencé a aburrir e iba muy poco. Aprendí a jugar ajedréz, gané muchos campeonatos, a los que iba en vez de ir a catequesis los sábados. También iba a talleres musicales, a jugar a la pelota con mis amigos, en fin... a hacer millones de gueas, hasta que mi vieja me paró los carros y en cierta forma me obligó a terminar una catequesis que yo consideraba un tongo. En contraste, en la misma catequesis había una muchacha parapléjica, con papás pobres pero esforzados. Ella no se perdía sábado en la tarde en la iglesia y a pesar de su condición, hacía todas las tareas que la tía nos daba. Era la mas creyente de todos; los días en que teníamos que confesarnos ella era la primera. Fué la mas responsable, la mas devota, la mas entusiasta siempre. No como yo, que me la pasaba amurrado.

Y así pasaron los dos años, entre misas y otras fomedades, entre talibanes pecadores y curitas santurrones. Entre sesgos morales y sospechas de pedofilia en la iglesia. Llegó el momento un tanto humillante de vestirme de barman de pub cuico, con camisita blanca y mientras mis compañeras se ponían vestidos blancos, como de novias. Nunca me habría casado con alguna de ellas. Mis familiares me miraban con cara de orgullo, como si me hubiese titulado de harvard o hubiese ganado la copa mundial. Creo que es solo el orgullo de ver como uno de los suyos se somete a una ceremonia religiosa doctrinaria como la primera comunión, leyendo esto como una aceptación y abrazamiento de los valores que a ellos también les inculcaron como tradición. Posiblemente hayan sentido que haciendo este rito, era más de la familia de lo que era antes. Nunca lo sabré. Lo cierto es que preferí disimular mi hastío de estar ahi, porque al fin y al cabo y sea por lo que sea, ver la cara de felicidad de mi vieja es impagable.

La misa se desarrolló sin novedad. A esa altura y con tantas misas en el cuerpo, ya me había memorizado toda su estructura. Todos ahi, con nuestras velitas en las manos y un halo de santidad que hoy no iría conmigo. En un momento clave, el cura anunció que nombrarían al mejor alumno de la catequesis elegido por los propios compañeros en los dos años que duró. Todos miramos a la compañera parapléjica, en una especie de sentimiento de obviedad frente al posible resultado. Era lógico que debía ser ella. Cuando el cura pronunció mi nombre las miradas de las viejas catequistas y de la propia tia se dirigieron a mi, con incredulidad. Yo no compré el voto de ninguno de mis compañeros (porque el dia de la votación no fuí a catequesis porque jugaba la selección chilena y me quedé viendo el partido), pero creo que en el fondo de las almas de esos pequeños canutos, encontraban que mi actitud frente a la catequesis era la mas lógica: los sábados son para que los niños jueguen, bailen, canten, hueveen... y no para Dios. Que no sea patudo tampoco: el viejo ya tiene el domingo para él.

Me dio pena, en todo caso, mi compañera parapléjica, porque sin duda ese premio (que constaba de un libro con canciones de iglesia y un chocolate Trencito) debería haber sido para ella. Mis compañeros no supieron valorar la devoción religiosa y prefirieron votar por un futuro ateo. Recibí ese premio con cierta vergüenza. Mi viejo sacó muchas fotos de mi primera comunión, en distintas poses y ángulos. Decenas de fotos de mi persona, con mis tías, con la formadora de catequesis, con el cura, con la virgen, con Jesús, etc. De lado, de espaldas, de frente, recibiendo la bendición del sacerdote, rezando el padre nuestro, etc etc etc etc. Muchas fotografías de mí, vestido de niñito bueno del Opus Dei. Hoy, están desaparecidas, nunca mas se volvieron a ver por mi casa. Solo yo y la estufa a leña sabemos cual fue el destino de aquellas fotos.

Ojalá ningún familiar mio haya leido este post.

No hay comentarios: