sábado, 11 de mayo de 2013

Mis Vecinos


Estos últimos meses la familia que vive al lado de nosotros se ha mandado unas obras teatrales delirantes. Han tenido miles de discusiones en donde se tiran todo por la cabeza. Matrimonio e hijos, todos por igual, vomitan miles de palabras hirientes que no piensan antes de escupirlas. La hija mayor le falta el respeto a su papá y su mamá. Al primero lo llama fracasado, a la segunda le dice bruja. La mamá le saca en cara al papá miles de cosas, desde que dejó pelo en el lavamanos hasta que su trabajo es una mugre. El papá las insulta a ambas y les ha llegado a decir que han desgraciado su vida y que el peor error que ha cometido ha sido formar esta familia. Entre medio, siempre llorando, los niños chicos, que no entienden de odio ni de resentimiento. No entienden nada. Solo quieren que sus papás dejen de pelear.

Puede ser el cuadro tradicional de una familia de extrema pobreza, en donde el alcohol, las drogas y la violencia intrafamiliar son recurrentes, pero no. Hace no mucho teimpo atras, esta familia vivía en Chiloé, tranquila de la vida. Los hijos iban a un colegio particular caro, el padre trabajaba en una empresa pesquera y la madre era dueña de casa. Nosotros los conocíamos desde mucho antes. Siempre hicieron alarde de su plata, y marcaban diferencia con el resto de sus parientes. Las cualidades engañosas del sistema de libre mercado hicieron que pensaran que su situación de bonanza iba a durar para siempre, pero todos sabemos que eso es falso, por muchas cosas que nos diga el ministro de hacienda. Quebró la empresa y la familia, supuestamente de clase media-alta, tuvo que enfrentar la realidad: deudas y mas deudas. Las tarjetas de crédito, señores, llegan a ser una droga mas fuerte que la coca.

Pasaron de vivir en una amplia casona en Chiloé a vivir al lado mio, en una población de estrato medio bajo. El papá pilló un trabajo en el que gana la mitad de lo que ganaba antes y la antigua dueña de casa, la mama, tuvo que salir a trabajar. La hija mayor tuvo que ir a un liceo municipal y los niños a escuelas públicas. Me dan pena. Aún tratan de sostener el estilo de vida que tenían antes, a costa de deudas barridas bajo la alfombra. Aún no asumen que el cuento de la clase media no existe, que cualquiera se puede creer un magnate a lo Farkas cuando se tiene un fajo de tarjetas de crédito en la billetera. La hija me saluda a veces, es una pendeja mal criada y eso que ya tiene 18 años. La madre a veces se sorprende cuando ve a mi vieja salir a vender sus cuchuflies. Quizá no puede creer que una persona se rebaje a vender cosas en la calle. El padre me cae bién, es buena onda. Me ha arreglado mi portatil un par de veces y gratis. Pero siempre se ve triste. Es claro que aún está aturdido por el porrazo socio-económico que se pegó.

Es la radiografía de miles de familias chilenas. Un mar de gente poseida por los colores de los comerciales de televisión y las luces de los boulevares. Personas que viven en una burbuja que les hace pensar que son activos participantes del sistema capitalista cuando no son mas que burros cargueros. Hoy dia otra vez discutieron. Hubieron golpes. Mi papá llamó a los pacos. Para variar, no llegaron. Un numero mas de este decadente espectáculo.

Y ahora, entre el silencio de la noche, escucho a un hombre llorando.