Mi amigo Doggis

Antes de entrar a la universidad, era flacucho, pelo corto y me rehusaba a usar lentes. Me parecía al poeta de morande con compañía y la gente creía que era chino. después de tres años de enseñanza superior, me creció el pelo, mi molesto astigmatismo me obligó a usar lentes y lo mas curioso: he engordado. La gente que antes me saludaba en la calle ya no lo hace porque simplemente no me reconoce. Me está saliendo doble pera, estoy mas cacheton y tengo una ponchera digna del greench.

Pero que mierda querían... si hace un año que me cagaron con la beca alimenticia... cambiaron los benditos vales de alimentación por una tarjeta de mierda que no te deja comer en ningún lado, porque en la mayoría de los lugares que frecuentaba, aun no esta disponible su uso. Era genial comprar en el supermercado y hacerse a la pinta de uno el almuerzo. Compraba frutas, yogurt o pan y quedaba mas que satisfecho para llegar con las pilas puestas a ramos tan dificiles como historia del arte. Ahora solo puedo ir a comer a un humilde salchipap en donde las que atienden te sirven la comida con cara de odiar a todo el mundo y ser infeliz con su trabajo. Alguien así no te puede dar confianza. Miras el plato de comida y te imaginas que detrás la cocina, como para descargar la frustraciones, le echan quizá que asquerosidad, y que después se cagan de la risa de uno cuando se lo come. Películas que uno se pasa cuando tiene hambre.

Y aunque es un salchipap pobre, le va bien. Pero sigue siendo pobre porque le faltan mesas y siempre esta lleno. Asi que casi por obligación termino siempre comiendo en el Doggis del mall, uno de los pocos lugares en donde esta maldita tarjeta me deja comer. Un menú bastante grasoso y monótono, pero a la vez, adictivo. Debo ser, yo creo, una especie de usuario gold de ese local, y eso es preocupante. Ya me conozco las caras, los horarios y el monólogo del helado de vainilla con salsa de fresa. El cajero es medio fletito, la chica que entrega los panfletos está bastante rica y el que hace los completos tiene cara de ex convicto por cogoteo reinserto en la sociedad. Hay un caballero medio cuico haciendo empanadas y no falta la vieja prepotente que empapela a chuchadas a todos por la demora.

Me siento un prisionero de la promoción a luca y media con papas fritas mas docientos pesos... quiero cambiar mi dieta... la plata me es escasa, siempre estoy justo, al igual que el tiempo, como para aprender a cocinarme alguna otra guea que no sea tallarines y huevo frito. Quiera o no, creo que hasta que no se mejore el sistema de canje de esta tarjeta de porquería, siempre terminare llegando donde mi amigo Doggis, quien me recibira con los brazos abiertos para seguir llenando de colesterol mis carreteadas arterias.

P.D. : a propósito de malls, mi profesor de ritmo auditivo nos enseño que la música de malls, música comercial, tiene algo que hace que al subconsciente de la gente le den ganas de comprar y comprar, que insta al consumo. Pues para ver que pasaba, me metí al mall escuchando Quilapayun a toda raja en mi mp3. y no me dieron ganas de comprar. (¿o sera que andaba sin plata?) bueno... cosas de la vida.