lunes, 17 de diciembre de 2012

Adam Lanza

Adam Lanza mató a 20 niños en una primaria en EEUU. Después se suicidó. Guión predecible para una sociedad predecible. Las caras de los norteamericanos es de horror. Algunos culpan a las armas, otros a los republicanos, otros a Bush o a las películas de acción. Culpan a una montonera de cosas como si nunca hubieran visto algo así. Como si desconocieran que en parte la culpa de tantas masacres estudiantiles la tienen ellos mismos, que han creado para la juventud una realidad artificial que gira en torno a los conceptos del campeón y el perdedor, del popular y el excluido, del normal y del extraño.

Los psicólogos escolares le diagnosticaron el Sindrome de Asperger, que es una manera no tan dura de decir que era tonto. Los psicólogos y psiquiatras creen saberlo todo, pero yo los considero solo como una manga de charlatanes. Lo llenaron de pastillas, pero nada mas. Los ex-compañeros de Lanza lo tildan como un tipo anormal, porque no hablaba con nadie, porque no se unía al grupo escolar, porque lo miraban siempre solo, a la distancia. En sus palabras, me doy cuenta de la escala de valores que le asignan a los conceptos de grupo e individuo. La sociedad tiene sus cánones predeterminados. Esa es la regla. Aquel que no encaje dentro de aquellas características, no tiene derecho a pertenecer al grupo social. Y queda fuera, mientras el resto lo mira desde dentro, como un cancer que hay que extirpar. Como un hombre cayendo al vacío mientras que los demás se salvan.

Cuantos de ellos, cínicos ahora, le habrán hecho un salvaje bullyng cobijados cobardemente en la condición de estar dentro del grupo de los normales. Cuantos de esos antiguos compañeros se habrán hecho alguna autocrítica...

Al final todo cae por su propio peso. La sumatoria es peligrosa: de una persona con problemas de personalidad a quien nadie prestó la atención necesaria y una madre con un arsenal de armas en su casa no puede salir nada bueno. El tema es que Lanza mató a niños que nada tenían que ver con lo que le pasaba. Hubiese sido mas coherente, entendible y quizá hasta defendible en cierta medida, que Lanza hubiese ido a buscar a sus ex compañeros. Creanme que no pocos se habrían alegrado de ese acto de venganza y la muerte de las víctimas habría pasado a segundo plano. Hubiese muerto dejándonos como herencia la lección de que el bullyng escolar se paga tarde o temprano. Pero decidió irse como un idiota que mató a un número de personas inocentes y a su madre, otra idiota mas a la que le gustaba coleccionar armas.

De todas formas, ese extraño jóven hizo algo que los normales campeones que eran sus ex-compañeros no lograron y que a la vez es es algo que a la mayoría de las personas hoy en dia les seduce: Trascender. Por muy malo que haya sido lo que hizo, trascendió, y norteamerica hablará de él por un largo rato, mientras se discute si prohibir las armas a los civiles o no. Al final, creo que la misión del ser humano en este mundo no es otra mas que la de trascender, al costo que sea necesario. Como lo hizo Adam Lanza, mientras sus ex-compañeros siguen perdiendo su tiempo dando declaraciones que nadie recordará.

Podrían mejor estar rezando en sus casas y agradeciéndole a dios que las balas que Lanza disparó no fueron dirigidas a ellos. Porque así podría haber sido.

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