jueves, 19 de febrero de 2015

Conocer gente, Conocerla a ella.

                                                           La carátula del disco que nos unió por un momento.

He vuelto a escribir en mi blog después de mucho tiempo. No había tenido ganas de escribir, porque honestamente sentí que la vida estuvo ahí, en lo palpable mas que en lo legible. Terminé mi ciclo universitario, soy profe de artes musicales, hice muchos amigos, con otros, los poquitos, corté relaciones. Tuve experiencias gratificantes musicalmente, tuve mucho tiempo para reflexionar acerca de mi propia vida e intenté retomar cosas que había dejado en el tintero. 

Una de las reflexiones que hice fue que a veces, al momento de formarse una opinión de alguien, te dejas guiar por la opinión de gente con problemas de relaciones sociales. Error. Si estos días he aprendido algo, es que para conocer a determinadas personas hay que atreverse a compartir con ellas. Sin opiniones externas. Por ejemplo, esta semana conocí a una chica que ama The Beatles, igual que yo. Otras personas me habían hablado mal de ella. Que era loca, que quería llamar la atención, que era demasiado colorida. Yo la amé. Ella creía que Let It Be era mejor disco que Sargent Pepper. Bueno, yo no estuve de acuerdo. También amaba a Lennon por sobre MacCartney. Y creía que el primer disco solista de Lennon, The plastic Ono Band, era uno de los mejores que había escuchado de los cuatro Beatles. También decía que Wings era mierda, y que eran tan malas las canciones que le llegaba a hacer sentido el mito de que McCartney había muerto.

Mientras mas la veía mas me recordaba a alguien. Perdida entre los debates intelectuales, en donde aportaba con su cuota de emocionalidad entre un montón de racionales filósofos, contando historias no tan graciosas que relatadas de su boca hacía que te partieras de la risa, estrafalaria, espontanea… con esa espontaneidad que estudiantes de teatro, hipsters, ecologistas, hippies perdidos de época intentan obtener y fracasan. Única. Era como La Maga, ese personaje de Rayuela, de Cortazar. Pensaba en su hija, que dormía arriba, en el dormitorio. Madre soltera y todo. Aperrada. De una vida dura, pero con una sonrisa tan amplia que uno pensaría que fuera su escudo. 

"¿Que es la muerte?" Preguntó. Nadie había conversado tan profundamente conmigo un tema así. Somos energías, no morimos, me decía ella. "¿Te gusta Nirvana?" Tenía razón: con un pito de los que andaba trayendo, cualquier grupo es Pink Floyd. "Inventé una canción", me contó. Era larga, hablaba de su vida como una catarsis. Colegio fuck, vida de campo, fuck, Madre, padre… fuck. Rasgueaba la guitarra como si se desquitara con ella. Me acordé de Lennon y su primer disco. Todo calza, pollo.

Me enamoré de ella, y es una lata no poder topármela todos los días. Apareció fugazmente. Ahora no se nada de ella. Quizá me la pille en el próximo carrete. Por mientras me aguanto el miedo social de los que se sienten tan ahogados por quienes los opacan que sienten la necesidad de extrapolar sus inseguridades al resto. 

Quisiera que se callaran.

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